Publicado el miércoles, 1 de agosto de 2007

Pobre Pasquino, si levantara la cabeza

Quien les iba a decir a un grupo de “locos” romanos como los llamaba Obelix, los problemas y carcajadas, que gracias a la ocurrencia que tuvieron una calurosa tarde de estío, iban a proporcionar a la humanidad durante siglos. Y es que hay que daros las gracias de todo corazón, porque esa calurosa tarde después de disfrutar de un placentero baño en la sauna, mientras despotricabais de vuestro dirigentes y parientes más cercanos, se os ocurrió a algunos de vosotros, locuelos, ir a la pobre estatua del gladiador Pasquino(1), que nada os había hecho para merecer tal honor, sino matar de forma espectacular a unos cuantos leones. Y a continuación, sin ningún tapujo, pudor o temor, alzar la mano y colgar del incauto lo que vuestros ridículos y chabacanos dignatarios no querían ver ni saber. Gracias por utilizar la estatua de Pasquino para hacerles llegar de esta forma tan satírica lo que opinabais de ellos y así hacer publico de manera natural y sincera todo lo que habíais hablado mientras os limpiabais las impurezas.


Pero sobre todo, gracias también a las generaciones posteriores que de forma tan altruista y generosa nos han transmitido de generación en generación esta forma tan sana de expresarse. Gracias por no dejar que una sabia enseñanza cayese en saco vacío o en el olvido.

Como es bien sabido y en palabras del tan sabio refranero español “el que se pica, ajos come”, puesto que al ofendido lo único que le queda es el resquemor, el llanto y la pataleta. Lloraron papas y lloraron politicastros. Porque el hecho de que a un grupo de aseados romanos se les ocurriera, nada más y nada menos, colgar sus opiniones en tan loables estatuas a merced de las miradas de los curiosos, no fue del agrado de los satirizados, ni del de sus acólitos. De ahí, que la única manera digna e inteligente, que tuvieron para salir del atolladero al que les habían conducido sus simpáticos e higiénicos conciudadanos fuera, como no, la tan civilizada y maquinada idea de la persecución, encarcelación; en definitiva, acallarlos a toda costa, ya que habían hecho que muchos otros se rieran de ellos sin su consentimiento. La verdad, esto no esta bien y además, con sinceridad, con ello no quiero molestar a estos pobres ofendidos, ofendiéndoles más al decir que ante la carencia de ingenio la única salida que podían llevar a cabo era la de la fuera bruta. Sin olvidarnos, de la posibilidad que tenían por otro lado de utilizar las leyes que ellos mismos creaban para lograr acallar las risas del vulgo, lo cual siempre parece más civilizado aunque tampoco sea muy correcto. Por ello, espero que me disculpen los arriba mencionados. No les estoy llamando bárbaros y descerebrados; a ver si por alguna de aquellas se les ocurre levantar la cabeza del tan deseado descanso eterno; y Dios me libre molestarles a estas horas. No era mi intención molestar a Sixto V, Clemente VII y a tantos otros, que bien hacen en disfrutar en el Paraíso lo que no disfrutaron en vida.

Y por qué hay que recordar en estos tiempos demenciales a estos acérrimos y locos romanos. Muy sencillo, hay que recordar la historia para aprender de ella; para aprender de nuestros errores y no volverlos a repetir, aunque lamentablemente todos sabemos que el ser humano es el único animal que es capaz de tropezar más de una vez con la misma piedra. Y los acontecimientos de la última semana, la verdad es que han constatado ya no solo que es capaz de tropezar con la de siempre, sino que además este Homo Sapiens sabe tropezar con más de una, como la del que dirán o la del no tengo claro que es libertad, sin olvidar la muy famosa piedra de lo políticamente correcto. Por ello deberíamos en verdad plantearnos que son esas ideas de honor y dignidad, que tanto nos hacen tambalear en el mundo cuando como a los romanos no nos dejan expresar nuestras ideas de manera libre. Donde quedaría Aristofanes, Quevedo, Gongora Lope de Vega, Shakespeare, Saki, Leopoldo Alas, Horacio, Teofilo Folengo, Cervantes, Charli Chaplin y tantos otros, de los que aprendimos a reírnos un poco más de nuestros defectos o de nuestras pocas virtudes sin trauma alguno. Porque además ellos fueron también censurados en su época por Magistrados romanos, griegos o castellanos, por reyes y reyezuelos, magnates y dignatarios, por la utilización de vocabularios vulgares y ofensivos, en otros casos por el uso de comparaciones que chillaban a los cuatros vientos las vergüenzas de los ofendidos o por usar rimas soberbias que lo decían todo sin tapujos. Pero claro toparon, como no, con los tan discretos y poderosos ofendidos. Lo que se hubieran perdidos los alumnos de literatura si logran secuestrar y destruir lo que escribieron o dibujaron estas ilustres mentes.

Y llegamos de esta manera al siglo XXI, en el que nos damos y autocalificamos de “modernos”, “avanzados”, “tolerantes” y apoyamos el valor de la revolución francesa de igualdad. Pero aun así continuamos y continúan las cosas igual: sin soportar que les digan lo que hasta ellos mismos ven y les da pudor; o no. Aun quedan hoy día muchos Homo Sapiens que parece que no han aprendido esta sabia lección: “Más vale reír que llorar” puesto que la risa quita el mal del alma y sobre todo y por encima de todo, saber reírse de uno mismo libera mucho. Así que solo me queda dar un simple consejo: reíd, reíd malditos. Eso si que es inteligente.¡¡¡¡Gracia Pasquino!!!!

(1)A mi me gusta más que sea un gladiador aunque la historia oficial dice que esta famosa estatua debe su nombre al ilustre sastre romano jorobado Pasquino, del s. XV, la cual forma parte de las conocidas estatuas parlantes de Roma.



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